17 de noviembre de 2006

Los esclavizadores de Hoy


Tratado poiológico y poiosófico sobre el hombre medio (y no me refiero a los hobbits, malditos frikis)
o también
Tratado semiótico y semialpedo de porqué está bien cagarse en público.

Hablemos sobre los "grados de libertad". Grados de libertad son, según aprendí alguna vez en la facultad, las libertades que tiene un objeto para desplazarse, valga la redundancia, libremente. O algo por el estilo. Lo que todo estudiante de física desea es que le tomen un problema con un solo grado de libertad. La solución es un hamiltoniano simple de una sola variable; un par de derivadas totales y problema resuelto. Lo normal para todo objeto son 3 grados de libertad, las 3 direcciones espaciales, y ya con esto el problema se complica bastante. Y si le sumamos que además el objeto depende diréctamente del tiempo, nos encontramos con un "problema". Un problema con 4 grados de libertad, un hamiltoniano de 4 variables independientes, una chorreada de derivadas parciales y toda la mar en coche. Qué quiero decir con todo esto, que en física cuando menos grados de libertad tiene un objeto, más fácil es la solución.
En la vida real pasa lo mismo. El hombre, el ser humano, toda la maldita población humana de este planeta, se quita grados de libertad para hacer su vida más sencilla. Son a estas restricciones, estos objetos, acciones o avatares cotidianos los que llamo "esclavizadores", que nos terminan haciendo esclavos de ellos, quitándonos grados de libertad e impidiéndonos disfrutar de otras cosas, pero a la vez, haciéndonos más fácil y llevadera la vida.
A qué va todo esto. A nada. Pero se me ocurrió que la vida puede ser más linda si no nos impusiéramos tantos esclavizadores. Quizás no sea tan simple y ciertas cargas se hagan más pesadas, pero podríamos disfrutar de cosas que antes no, e incluso, hasta ser mejores personas. Lo que propongo es vivir en una "anarquía personal":gozar de todos los grados de libertad que podamos, sólo aceptando los esclavizadores que nos imponen de afuera y no tener ninguno impuesto por nosotros, o, siendo realistas, los menos posibles. Y con esto no me refiero a vivir en anarquía; la anarquía, como el comunismo, siguen siendo utopías.
A continuación voy a hacer un repaso de los esclavizadores más comunes hoy, sin orden alguno, sino a medida que se me vayan ocurriendo.

Las drogas

Legales y no. El más común de los esclavizadores, al que la mayoría, sino todos, sucumbe. Y diganmé que el fumador no es esclavo de su cigarrillo. Cuando tiene ganas de fumar ya no importa más nada, y hasta que no consigue echar una pitada no está tranquilo. Y pensándolo un poco más, debe ser el pero de todos, porque el fumador, siendo consiente de lo mal que hace, fuma igual. Es una relación masoquista entre el cigarrillo (el esclavizador, el amo) y el fumador (el esclavo, por dos). Y no me vengan con eso de que "yo lo dejo cuando quiera". Mentira, no lo dejás porque no querés. "Pero es que soy adicto, no puedo dejarlo." Otra mentira, podés dejarlo cuando quieras, pasa que no querés dejarlo. Este es el ejemplo más claro de lo que quiero decir con esclavizador. Uno decide fumar, uno solo se quita ese grado de libertad haciendo esclavo del cigarrillo, nadie viene y te obliga a fumar y sin embargo ahi estás, desesperado porque no encontrás los fósforos, o el encendedor, con el cigarrillo colgando en la boca, que tan feo queda (personalmente, pienso que no hay nada más feo que una mina colgando en los labios, mientras busca con las manos el encendedor, el celular o lo que sea en la cartera. Bueno, sí, las polillas son más feas, pero eso es más personal todavía.), interrupiendo lo que estás haciendo, respondiendo con monosílabos a la persona que te acompaña aunque ya no escuchás lo que te está diciendo... "Mierda, dónde dejé el encendedor. Disculpá, ¿tenés fuego? Gracias, che. Perdón, ¿me decías?"
Con el alcohol pasa más o menos lo mismo. Ya seas borracho conocido o bebedor social o de fin de semana nomás, tomás porque querés. Y ya sé que está bueno, que es deshinibidor, que no hay nada como una birra, y se me calentó el pico, y no hay dos sin tres y ya estoy mamado. Y al otro día, otro domingo muerto en la ciudad. No sólo la resaca y el dolor de mate, si no acordarte (o que te hagan acordar) todas las boludeces y cagadas que hiciste anoche, y preguntarte porque estás desnudo al lado de ese mono y jurar que no tomás más, que sólo una y me voy, pero ya se me calentó el pico y no hay 2 sin 3 y ahí estoy otra vez arriba de una mesa masajeándome las bolas con el cinto y me gustas mucho... me gustas mucho, nena.
¿Y con las drogas ilegales que pasa? Básicamente es lo mismo. Te metiste ese pase y te gustó, y después fuiste a por una raya, dos, tres, y se hizo de día y no podés pegar un ojo y seguís saltando como loco, rabioso , las facciones de la cara duras y entonces llega la hora de comer y que ricas y sabrosas estan esas frutas que te ofrecen pero tenés el estómago cerrado, y la luz del sol te lastima los ojos y te encerrás en tu cuarto, y vine el bajón y te largás a llorar y maldecir tu puta vida, que no tenés pasado y menos futuro y que si te morís ahora sería lo mejor, y llamás a tu amigo para que te saque de este rocanrrol y mientras lo esperás ves ahí la bolsa, y te metés un pase, y te peinás una raya, dos, tres...
Con todas las drogas el verso es el mismo. La única forma de recuperar la libertad perdida, de cortar la cadena que te tiene esclavizado, es querer hacerlo. Y no salgan con que hace falta fuerza de voluntad. Digánme que masa y aceleración tiene la voluntad y ahí si quieren hablamos de "fuerza de voluntad". La cosa es simple: si querés, tomás; si no, no.
Y dejo el último párrafo para la hierba, ganya, bareta, macoña. Este es un caso aparte. Pegate un porro... y liberate. Pero (por qué siempre tiene que haber un pero) después de las risas y el vuelo vienen el sueño, la traba, la paranoia...


Poio.

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