23 de noviembre de 2006

Predileccion por los alados






Sentado al borde, donde el latido sopla, donde hace vientito, donde el filo cosquillea adentro. Desde allí las sombras son vueltas a contemplar en este instante.
Allí una voz, como toda voz, canta sin reparos la verdad de las cosas; alienta a las patrullas opresoras de las buenas mentiras a perseguir su falso rastro. Para usar un antifaz u otra falsa trascendencia no hace falta tener una presencia concreta.
En lo oculto, en la espesura de lo rutinario, pensó en las infinitas posibilidades, también en las finitas. Ahondó los principios y finales, replanteó posibles desembocaduras del tiempo, cuestionó acerca de los verdaderos protagonistas. Observó el viento y midiendo el camino se preguntó si siempre vamos hacia donde creemos.
Recordó la noche anterior, aquellas aves, el paseo por la plaza, los colores, pero sobre todo las sombras que velozmente rayaban el fuego.
Reconoció que la predilección por los alados, en otra nota o escala, era como elevar ciegamente un ideal.
Mientras meditaba, un gorgoneo interrumpió su monólogo. Hace cuanto no soñaba con un cardenal amarillo, se dijo. El silencio reclamó atención.
Quedaron a solas, el viento trepó la noche, la intimidad evitó más observaciones.



Colabaracion de Juan Pablo Ortiz Aubone.

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